Pepe Herrera / Emiliano Sánchez. UNAM GLOBAL.


La frase de que “el dinero da la felicidad” deja muchas dudas si pensamos en comprar autos de lujo, propiedades de varias hectáreas, o adquirir ropa de grandes marcas. Pero cuando esa afirmación hace referencia simplemente a tener estabilidad económica, no está tan equivocada.

En un estudio titulado Los agudos picos de la pobreza: la escasez financiera está relacionada con niveles más altos de intensidad de la angustia en la vida diaria, el profesor de la Universidad de Harvard, Jon Jachimowicz, explica que el dinero es un bien para llegar a la felicidad, pero que no es la felicidad en sí. De acuerdo con él, el dinero brinda calma y control para lidiar con imprevistos, desde algo tan simple como tener que pedir comida a domicilio hasta algo tan serio y tan caro como una hospitalización.

En esa misma tónica, Melisa Chávez Guerrero, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM, comentó que “el dinero no lo es todo, pero sí es relevante, ya que vivimos en un entorno capitalista donde nos permite cubrir ciertas comodidades y donde se promueve que gastemos, que mostremos nuestra capacidad de pago, lo cual al final es lo que tiene valor en la sociedad”.

Jachimowicz y su equipo solicitaron a 522 participantes, con ingresos de entre $10 mil a $150 mil dólares, anotar en un cuaderno durante un mes los eventos y las emociones que iban teniendo cada día. Con los datos obtenidos en estos diarios se alcanzaron las siguientes conclusiones:

  • El dinero reduce el estrés intenso: aquellos con ingresos altos tenían un menor estrés negativo.
  • Hay más control: un problema lo puede tener cualquiera. Sin embargo, ser solvente económicamente reduce el estrés porque hace sentir que ante los eventos negativos “tienes el control” en cierta medida.

Chávez Guerrero observó que los resultados de este estudio se relacionan con lo que postula la pirámide de Maslow, pues “si nuestras necesidades básicas están satisfechas, eso nos permite pensar en otras cosas: usar nuestro ancho de banda cognitivo, es decir, nuestros recursos de atención, memoria y procesamiento de información, para otros objetivos que identificamos con el bienestar. Cuando lo básico está cubierto, da tiempo para otro tipo de pensamientos”.

En esta pirámide, propuesta en 1943, el psicólogo estadounidense Abraham Maslow jerarquiza las necesidades humanas y postula que, conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior de la pirámide).

Los cinco niveles de la pirámide son:

  1. Necesidades básicas o fisiológicas: son las inherentes a toda persona, básicas para la supervivencia del individuo. Respirar, alimentarse, hidratarse, vestirse, etc.
  2. Necesidades de seguridad: seguridad física (salud), económica (ingresos), vivienda, etc.
  3. Necesidades sociales: están relacionadas con el sentimiento de pertenencia y el desarrollo de afecto (familia, amigos, pareja, compañeros del trabajo, etc.).
  4. Necesidades de estima o reconocimiento: confianza, autorreconocimiento, reputación, éxito.
  5. Necesidades de autorrealización: es el nivel más alto y solo puede ser alcanzado una vez que todas las demás necesidades han sido satisfechas. En esta etapa el individuo busca su crecimiento personal, por medio de la moral y la creatividad, y libre de prejuicios.

A pesar de que el planteamiento de Maslow sigue presente en libros de texto de psicología, la profesora indicó que “hay teóricos que consideran que se quedó corto, ya que muchas veces las motivaciones que tenemos en la vida no necesariamente siguen la jerarquía que él planteó”. 

Falta de dinero genera efecto dominó

Otro estudio liderado por Jon Jachimowicz encontró que las personas con dificultades de dinero sienten vergüenza y que ésta sólo hace que sus problemas empeoren, en una “espiral de vergüenza financiera”.

Al estar pensando en sus problemas económicos, su desempeño laboral empieza a decaer, y tienen dudas con respecto a las decisiones a largo plazo e incluso sus relaciones sociales se ven afectadas.

En línea con la investigación de Jachimowicz, la profesora Chávez Guerrero agregó: “Hay estudios que revelan que el estrés agudo que provoca la escasez de recursos financieros hace que disminuya el ancho de banda cognitivo; es decir, nuestra atención y procesamiento de información es menor y se ve afectada la memoria. Estas condiciones son un factor para que se viva al día y “solo se piense a corto plazo económicamente hablando”.

Jachimowicz rechaza, sin embargo, una idea que se ha ido normalizando: cuando eres pobre, es tu culpa, y por eso deberías avergonzarte. Argumenta que la pobreza se debe relacionar más a factores ambientales y sociales externos.

Volviendo al tema general de este artículo, Chávez Guerrero, por su parte, concluye que no hay una receta para la felicidad. Aunque el dinero es un elemento importante para llegar a ella, no lo es todo. Se debe ver más como un “apoyo” para realizarnos personalmente, para disminuir el estrés cotidiano y así lograr diversos objetivos. “Es un escalón para llegar al lugar que aspiramos”.

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